¿Qué se puede esperar de un coupé tan exitoso y singular como el BMW M3? Sus discretas formas sólo son admiradas dos veces cuando se aprecian los detalles finos pero claros del potencial dinámico que puede ofrecer. Por ejemplo, la nariz abultada en el cofre, la parrilla única, las enormes llantas, o los escapes dobles aluden a un temperamento rabioso. Y eso sólo ocurre al mirarlo.
Al momento de arrancar el motor, de nueva cuenta alcanzamos un estremecimiento de adrenalina que promete el ronco bostezo de un V8 que ha sido muy refinado, al punto de que comparte origen de fundición con las piezas maestras que participan en la Fórmula 1.
Con una cilindrada de 4.0 litros, este magnífico propulsor eroga 420 CV, lo que en lenguaje de puristas significa 105 CV por litro, cifra asociada a motores de muy altos vuelos. Si a ello le sumamos la capacidad de giro máximo de 8,400 rpm, se tiene un bramido metálico que encandila desde las 5,000 vueltas hasta este régimen máximo.
En cuanto a los modales, las cosas han sido muy pulidas. El chasis tiende a noble, aunque considerando toda la caballería desatada en las ruedas traseras, la electrónica tiene que ser controladora pero no dominante, pues es posible que el eje trasero se insinúe con ese ligero sabor de sobreviraje que se corrige pronto. No es nuestra habilidad sino la permisividad que concede la avanzada electrónica de este M3.
La suspensión y dirección nos ofrecen sensaciones directas pero sin la rudeza habitual de un deportivo serio. Hay un toque sedoso en todos los mandos que evocan a los serie 5. Engañoso al principio, porque basta exceder nuestras alegrías a los pedales y el 4.0 litros nos lanzará con todo ímpetu hacia nuestros respaldos, con el deseado cabeceo que nos alerta sobre la energía de este nuevo V8.
Sin duda alguna, este nuevo M3 no sólo continúa la herencia del anterior, sino que eleva en un grado más su desempeño dinámico y dos más si hablamos del tema confort y facilidad de uso. Nuevamente, la casa bávara reposiciona el listón del dinamismo de un coupé deportivo, pero relativamente práctico.
Al momento de arrancar el motor, de nueva cuenta alcanzamos un estremecimiento de adrenalina que promete el ronco bostezo de un V8 que ha sido muy refinado, al punto de que comparte origen de fundición con las piezas maestras que participan en la Fórmula 1.
Con una cilindrada de 4.0 litros, este magnífico propulsor eroga 420 CV, lo que en lenguaje de puristas significa 105 CV por litro, cifra asociada a motores de muy altos vuelos. Si a ello le sumamos la capacidad de giro máximo de 8,400 rpm, se tiene un bramido metálico que encandila desde las 5,000 vueltas hasta este régimen máximo.
En cuanto a los modales, las cosas han sido muy pulidas. El chasis tiende a noble, aunque considerando toda la caballería desatada en las ruedas traseras, la electrónica tiene que ser controladora pero no dominante, pues es posible que el eje trasero se insinúe con ese ligero sabor de sobreviraje que se corrige pronto. No es nuestra habilidad sino la permisividad que concede la avanzada electrónica de este M3.
La suspensión y dirección nos ofrecen sensaciones directas pero sin la rudeza habitual de un deportivo serio. Hay un toque sedoso en todos los mandos que evocan a los serie 5. Engañoso al principio, porque basta exceder nuestras alegrías a los pedales y el 4.0 litros nos lanzará con todo ímpetu hacia nuestros respaldos, con el deseado cabeceo que nos alerta sobre la energía de este nuevo V8.
Sin duda alguna, este nuevo M3 no sólo continúa la herencia del anterior, sino que eleva en un grado más su desempeño dinámico y dos más si hablamos del tema confort y facilidad de uso. Nuevamente, la casa bávara reposiciona el listón del dinamismo de un coupé deportivo, pero relativamente práctico.
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